Imagen: Jessie Wilcox Smith

Mi nombre es Raoul Duquette. Tengo veintitrés años y soy parisino, un verdadero parisino. En cuanto a mi familia... en realidad importa poco. No tengo familia, no la necesito. Tampoco pienso nunca en mi infancia; la he olvidado. De hecho, solo conservo un recuerdo y es muy interesante, porque me parece altamente significativo . Helo aquí: Cuando yo contaba diez años, teníamos una planchadora negra muy alta, que llevaba un pañuelo a cuadros atado a su cabello crespo. Cada vez que venía a casa se interesaba particularmente por mí, y tan pronto como sacaba la ropa del cesto me metía en él y me balanceaba mientras yo, agarrado con fuerza a las asas, chillaba de dicha y de espanto.Entonces estaba poco crecido para mi edad, era muy pálido, y tenía una boquita hermosa y entreabierta, lo recuerdo muy bien.Un día, mientras estaba en la puerta mirándola, ella se volvió al marcharse y , haciéndome señas con la mano, me llamó inclinando la cabeza y sonriendo de una manera extraña y misteriosa. La seguí sin titubear. Me hizo entrar en una dependencia que había al final del pasillo , y levantándome en brazos, empezó a besarme.¡ Ay , que besos! Sobre todo los que me daba en las orejas, que casi me ensordecían. Al dejarme en el suelo sacó del bolsillo un bollo frito espolvoreado con azúcar, me lo dio y yo volví vacilando hasta la puerta de mi casa. Como esto se repetía todas las semanas, no es de extrañar que lo recuerde como si fuese hoy.

Desde aquella primera tarde, mi infancia, por decirlo con donosura, se la llevaron unos besos. Me volví lánguido, mimoso y extraordinariamente goloso.

Katherine Mansfield

Je ne parle pas français- Cuentos Completos

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